El origen del modelo de condiciones de trabajo de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) se remonta a su fundación en 1919, tras la Primera Guerra Mundial, como parte del Tratado de Versalles. La creación de la OIT surgió de la necesidad de mejorar las condiciones laborales a nivel mundial, bajo la premisa de que una paz duradera solo sería posible si se garantizaba la justicia social y condiciones dignas para los trabajadores.
Desde sus inicios, la OIT adoptó un enfoque tripartito, que incluye a los gobiernos, empleadores y trabajadores, para desarrollar normativas y recomendaciones que mejoren las condiciones laborales en todo el mundo. Este modelo fue pionero en la época, ya que propuso un marco de diálogo social para establecer estándares laborales y proteger a los trabajadores.
El modelo de condiciones de trabajo de la OIT fue una respuesta a las duras condiciones que enfrentaban los trabajadores en la revolución industrial, caracterizadas por largas jornadas laborales, salarios insuficientes, la falta de seguridad y las pésimas condiciones ambientales. En este contexto, la OIT comenzó a promover el bienestar de los trabajadores a través de la creación de convenios y recomendaciones internacionales.
Entre los primeros convenios adoptados se encontraban temas fundamentales como la jornada laboral máxima de 8 horas, la prohibición del trabajo infantil, y la igualdad salarial. Con el tiempo, la OIT amplió su enfoque para abarcar temas relacionados con la seguridad y salud en el trabajo, el medio ambiente laboral, la ergonomía, y el bienestar psicosocial de los empleados.
Este modelo de condiciones de trabajo sigue evolucionando, incorporando nuevos desafíos como la automatización, el teletrabajo, y la salud mental en el entorno laboral, siempre con el objetivo de garantizar el respeto a los derechos laborales y promover un trabajo digno y seguro a nivel mundial.
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